Según avanzamos hacia el norte el terreno es más seco, la tierra más marrón y más c lara, los cambos de cultivo se cambian por zarzales hasta donde se pierde la vista, tan sólo jalonados por acacias paraguas en las que resaltan unos nidos de paja amarilla de algún tipo de
golondrina africana o abejaruco.
El sol aprieta y los vendedores al pié de la carretera se agrupan a la sombra de las acacias. Son las 12:45 y los niños salen de la escuela.

LLegamos a Isiolo y repostamos. Refugiados somalíes nos dan conversación, nos piden bolis, nos intentan vender sus artículos hasta agobiar, los niños nos piden caramelos, dinero, cualquier cosa. Entre los lugareños se empiezan a ver tocados y gorros de origen musulman. La gente es más pobre, las carreteras son peores...
Se acabó la infernal carretera y aunque nos parecía ya imposible entramos en una pista de tierra todavía peor; la tierra es polvo marrón casi blanco.

Es imposible hacer otra cosa distinta de agarrarse como un loco a todos los asideros posibles. La furgoneta paraece que va a revntar/volcar/despedazarse en cualquier momento.
Llegamos al parque de Samburu. Vemos pastores que si bien pueden ser bastante más pobres que la gente de isiolo, su presencia es más amable, transmiten dignidad. La tierra se cambia por arena el rodar es más tranquilo aunque de vez en cuando se ve interrupido por un brusco salto o caída.